viernes, 4 de mayo de 2012

Con Litafifa en el aeropuerto



Hoy hemos acompañado la familia en pleno a la abuelita de Alex, Litafifa para el interesado.  Para Alex ir al aeropuerto siempre supone un acontecimiento, no sólo por lo inusual y lo divertido que puede llegar a resultar sino también por un interés, digamos, profesional.  De mayor quiere ser médico y piloto (lo que puede ser muy interesante si le da por ir a ejercer a Australia, pongo por caso).  Para su hermano también ha sido muy divertido porque había un montón de sitios peligrosos a los que poderse subir, y eso motiva.
El caso es que todo ha ido bien hasta que Litafifa ha pasado la puerta de embarque.  Alex nos ha mirado a su madre y a mi y nos ha comunicado (no preguntado) que iba a ir a despedirse de su abuelita en el avión.  Le hemos dicho que no se podía pasar a menos que tuvieses un billete de avión para ir en ese vuelo.

Pasados unos segundos ha metido la mano en su bolsillo y ha sacado una moneda de cinco céntimos que siempre lleva encima (por lo que pueda pasar, supongo) y se ha dirigido a mi:  "Papá, dame todo el dinero que tengas".

"¿Para qué, Álex?"

"Para comprar un billete".

Afortunadamente ha comprendido la explicación de que a esas alturas el avión debía estar lleno y que dudábamos de que hubiese algún asiento libre.

Cuando yo tenía cuatro años, pensaba en subirme al volquete de un camión amarillo metálico que aún tengo, no en reservar un asiento en un vuelo.  No quiero ni pensar en lo que hará cuando cumpla los ocho...