miércoles, 30 de septiembre de 2009

A los padres que hablan de las nuevas generaciones

En casa de mis padres siempre hemos hablado durante las comidas, en plan "tertulia gastronómica". Y de vez en cuando surgen temas en los que no se está de acuerdo. Si no, sería un aburrimiento.

En una de ellas hubo un momento de "crisis" al hablar sobre los niños de hoy en día. A mi me parece que, efectivamente, nuestro sistema educativo tiene muchos fallos, pero no creo que los niños, en si, sean tan malos y perversos como algunas veces se nos hace ver. No creo que, en general, sean peores (ni mejores) que los de otras generaciones.

He visto gente que se queja de las faltas de ortografía de los chicos y chicas de hoy en día cuando ellos mismos cometían unas faltas que hacían temblar a la cultura...

Existe a veces una especie de amnesia selectiva sobre lo que se hacía cuando estabamos en el rango inmediatamente inferior al que ahora ostentamos (en vez de padres, eramos hijos. Como decía Mafalda ¿En qué otra jerarquia hace falta pasar veinte años (o cuarenta) para subir un grado en el escalafón?).

Creo que lo que pasa es que lo de los niños (y ya no tan niños) gamberros, y en ocasiones auténticos delincuentes es la excepción y no la norma, pero que algunos medios de comunicación, y en especial la televisión, sacan jugo de esas excepciones.  Se han convertido dichos medios en una especie de "El Caso" que dejaría a la prensa amarilla de antes convertida en periódicos serios...  Siempre se ha dicho que la noticia auténtica es que un niño ha mordido a un perro, no que un perro ha mordido a un niño.  Esto último es lo corriente.  Yo, personalmente, no conozco a ningún niño tan terrible, siempre ha sido a través del telediario o bien a través de algún conocido, normalmente profesor, al que le ha tocado lidiar con alguno.

El caso es que en uno de esos correos que recibo por internet, leí lo siguiente. He de cotejar las citas, aunque en esencia me las creo. (Hace tiempo recibí un correo más extenso, y con citas que llegaban hasta principios de siglo, pero ese no lo encuentro). Lo transcribo a continuación:

"CONFLICTOS GENERACIONALES


El médico ingles Ronald Gibson, comenzó una conferencia sobre conflictos generacionales, citando cuatro frases:


1). 'Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. Ellos no se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos'.


2). 'Ya no tengo ninguna esperanza en el futuro de nuestro país si la juventud de hoy toma mañana el poder, porque esa juventud es insoportable, desenfrenada, simplemente horrible.'


3). 'Nuestro mundo llegó a su punto crítico. Los hijos ya no escuchan a sus padres. El fin del mundo no puede estar muy lejos'


4). 'Esta juventud esta malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura'


Después de estas cuatro citas, quedó muy satisfecho con la aprobación que los asistentes a la conferencia, daban a cada una de las frases dichas. Recién entonces reveló el origen de las frases mencionadas:


- La primera es de Sócrates (470-399 a.C.)
- La segunda es de Hesíodo (720 a.C.)
- La tercera es de un sacerdote del año 2.000 a.C.
- La cuarta estaba escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia (Actual Bagdad) y con más de 4.000 años de existencia."


Realmente, no hay nada nuevo sobre la faz de la tierra.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Alex y el Cole

"Los dos años son el principio del fin" Peter Pan y Wendy

Y son el principio del fin porque es cuando todos los niños, salvo uno, se dan cuenta de que están creciendo. Yo a veces quisiera que el mio fuese ese niño, Peter Pan, y que nunca creciera...

La semana pasada Alex fué por primera vez al Cole. Creo que lo llevó mejor que nosotros, y en general no manifestó a la salida ningún tipo de "resentimiento". Bueno, los primeros días armó un poco de numerito, pero es normal: ¿Quién de nosotros no se enfadaría si de repente nuestra familia nos encerrara en un lugar extraño con gente extraña, sin habérnoslo consultado y sin tener claro si nos iban a venir a recoger o nos iban a dejar allí para siempre jamás? Por muy amables que fueran los vigilantes...

El segundo día tuvimos la presentación de la directiva y las profes. El director pedagógico era muy simpático, pero de repente dijo una frase que me dejó helado: "los niños nos manipulan desde que nacen". Luego lo intentó arreglar (sin conseguirlo) diciendo que no de forma consciente, sino por instinto de supervivencia. Lo primero que pensé fue que ese había sido el segundo y último día de Alex en ese colegio. Con posterioridad hablé con otros padres y (aún mejor) niños mayores, y estaban todos muy contentos, con lo que la neura se me fue. Un poquito.

La idea es que, como les dejemos, los niños se salen siempre con la suya. Toma, como los adultos. Yo soy un admirador del pediatra Carlos González (Bésame mucho; Mi niño no me come; Un regalo para toda la vida...) y me vino a la cabeza uno de los fragmentos del primero de los libros que he citado.

Aplicado a Alex vendría a ser lo siguiente: Despertamos a Alex a las siete de la mañana. Claro, Alex quisiera seguir durmiendo. De hecho, estaba durmiendo. Yo también quisiera seguir durmiendo, pero yo tengo cuarenta y tres años, y no dos. No quiere vestirse, pero le ponemos la ropa como podemos. Alex quisiera ver un poco de tele: Alex, ya es muy tarde, tenemos que irnos. En la calle desea ver con calma algún escaparate: Venga, Alejandro, vamos a perder el autobús. Nos subimos al autobús y quiere ponerse de pie en el asiento para ver un poco de mundo: Alex, siéntate que te puedes hacer daño. Llegamos al cole y hacemos la entrega a una de las profes que esperan en la entrada. Alejandro, que no quiere quedarse, se limita a mirarnos con cara compungida mientras desaparece engullido por el sistema. Bien, que alguien me diga en qué momento se ha salido con la suya...

El asunto es que me planteé si realmente es tan necesaria la educación a una edad tan temprana. Yo creo que no, pero es la sociedad y nuestras necesidades, la de los adultos, no la de los niños, la que nos empujan a llevarlos al cole coincidiendo, precisamente, con el principio del fin.

viernes, 21 de agosto de 2009

De el agua a las estrellas

Ayer bajamos al río. A Alex le encanta. Vamos a una poza donde antes no había nunca nadie y ahora la cosa parece una escena surrealista. No es que haya mucha gente, pero está apelotonada... Para completar la escena, cuatro o cinco personas pescando dentro del agua adoptando poses muy profesionales mientras los críos danzan entre ellos. A veces uno duda de si quieren pescar algún pez o algún niño que se les ha escapado.

Ya digo que se junta un montón de gente de lo más variada, y entre tanta, te encuentras algún especimen que le hace falta dos pasaditas. Volviendo de bañarnos, nos cruzamos con dos chicas. Ven a Alejandro y comentan entre ellas: "¡Qué monada!" "Será adoptado, ¿no?" "Claro". Claro. Me dieron ganas de responderles lo de la serie Friends: "Lo cierto es que es hijo mío. Lo que sí que no tengo ni idea es quién es la madre". Me contaba Marián que cuando Alex aún iba en el cochecito, se lo oyó dos o tres veces.

Esas cosas fastidian, con todo mi cariño a los padres e hijos adoptivos. Pero este es nuestro cien por cien. Y si bien por un lado uno se siente orgulloso de tener un hijo tan guapo que al parecer no puede ser nuestro, por otro fastidia un poco la duda sobre la existencia de unos genes tan impresionantes (modestia aparte).

Para compensar, por la noche cogimos la tienda de campaña y nos fuimos a cenar y dormir a un monte cercano, junto a un cortado desde el que se puede ver el pantano y un par de pueblecitos. Alex estaba eufórico. Cenó feliz a la entrada de la tienda, junto con nosotros.

Cuando ya había oscurecido, desapareció de repente con nuestro perro para explorar los alrededores. Al poco volvió, me cogió de la mano y me llevó a un sitio desde el que se veían perfectamente las luces de los dos pueblecitos y los de la presa. En silencio, me miró. "Es bonito, ¿verdad?" "Tí", me respondió. Despues me señalo las estrellas, un cielo maravilloso. Y soltó un grito de emoción y felicidad. Ya habiéndo compartido sus descubrimientos, me llevó de la mano hasta la tienda para dormir.

Son increibles.

jueves, 20 de agosto de 2009

En medio del monte


Alex, Marián y yo estamos en una aldea desierta perdida en medio del campo.  La única forma de llegar es por una carretera de tierra que en algunas circunstancias resulta impracticable.  Alejandro está durmiendo la siesta del borrego, y dentro de un rato, a comer...  ¡Y cómo!.  Quién iba a decir que este niño iba a comer literalmente a dos manos...

Le hemos puesto una piscinita fuera de la casa, para que se refresque en las horas de más calor. Pero como está hecho un mocetón del norte, incluso cuando cae la tarde y nos tenemos que poner algo de abrigo, el insiste en continuar con el baño...

No ve la televisión (no hay, y lo más cercano es poner alguna película en el ordenador, y eso sólo cuando oscurece), así que sus principales distracciones son la lectura (de acuerdo, aún no lee, pero pone mucha atención), incordiar todo lo posible al perro y darse largos paseos.  Si puede ser con su papá o su mamá, mejor.  Pero si no, él solito.  Así que tenemos que estar ojo avizor.

Tiene también una moto pequeñita.  No de esas que tienen batería.  Ni siquiera pedales.  Una que funciona "a pata".  Y antes de ayer tuvo su primer accidente de tráfico.  Le oí llorar.  Salí y le encontré a mitad de una cuesta.  La moto en el suelo y el sentado aobre una piedra, la cabeza entre las manos.  Le pregunté qué le había pasado.  "¡¡¡Broooom, pum!!!"  Todo escenificado.  Le dije:  "Súbete y te ayudo" "¡Nooooo!" "Bueno, papá sube contigo" "¡Nooooo!" "Pues subo yo sólo" "¡Nooooo!" "¿Qué pasa? ¿Es peligroso?" "¡Tííííííííííí!".  Al final le convencí y se subió, aunque con cuidado.  Ya no se volverá a caer, al menos en el mismo sitio.  Y no le ha cogido miedo a la moto.  Cómo tampoco le ha cogido por ahora miedo a la oscuridad, aunque cada ruido extraño que oye nos hace guardar silencio, señala su oido con el dedo y nos da una explicación de lo sucedido.  Que le entendamos o no, es nuestro problema.

Ayer vinieron dos amigos con su hija de tres años.  Fué un día estupendo para los adultos, pero los niños disfrutaron de lo lindo.  La capacidad de comunicación que tienen es envidiable.  Y la falta de sutilezas.  Van a lo que van y lo que quieren lo dicen sin tapujos.  No se preocupan del qué dirán, y aunque a veces puedan hacer algo que está mal (como acariciar a la otra personita con tanto ardor e ímpetu que llegan a tumbarla) no dudan en pedir disculpas a su manera...  

Hala, otro día  más.

lunes, 22 de junio de 2009

A quien corresponda...

Esta es una carta escrita en pleno campo, mientras Alejandro dormía en la habitación de al lado junto a su madre. Sí, Alex duerme con nosotros en nuestra cama. Y aunque a veces puede ser un poco incómodo, las más es maravilloso: cuando duerme a pierna suelta, cuando sonríe en sueños, cuando dormido me acaricia la barba, cuando despierta y medio dormido da un besito a su mamá y otro a su papá... Ya se irá a la suya, probablemente antes de los 18 (confío). Y seguro que más de una vez lo echaremos de menos...


¿Y nuestro derecho al amor?


Hoy en día se está discutiendo el derecho a la eutanasia. No sé si saldrá esa ley al fin y a la postre, pero en cualquier caso, los beneficiados de esa ley han disfrutado o sufrido la vida, pero han tenido esa otra vida. Sus familiares han podido estar a su lado y demostrarles su amor. No han muerto dejados de la mano de Dios, solos.


Nuestro bebé fue un bebé prematuro. Nació con cesárea. Tuvimos suerte, sólo tenía dos meses de retraso y 1600 gr de peso. Mucho comparado con otros prematuros Y con ello y todo, nada más nacer mi mujer no pudo abrazarlo ni tenerlo abrazado. Hasta al día siguiente ella no pudo verlo. Y sólo unas horas. Durante tres semanas sólo podía estar con él tres horas y media al día. Nuestro bebé no conoció el calostro, tan importante para un bebé. No supo lo que era dormir junto a su madre. Sólo conoció por unas horas el estar en brazos de sus padres. Y el resto del tiempo vivía en una jaula de cristal entre otras jaulas de cristal. Atendidos por personas maravillosas, pero que no eran sus padres, y no disponían de tiempo para acunarlo, besarlo, acariciarlo, sentirlo, escucharle


Nosotros tuvimos suerte, porque nuestro bebé no tuvo que estar ingresado en la UCI. Tuvimos suerte porque no estuvo entre la vida y la muerte como tantos otros bebés.


Tuvimos suerte porque no nos pasamos un año viviendo en el hospital - sin poder estar con nuestro bebé más que unas horas, insisto - como hizo otra madre, durmiendo en dos sillones unidos porque su bebé podía morir en cualquier momento y el hospital no es que no le cediera, aunque sólo fuera por caridad, un rincón para descansar unas horas, sino que ni siquiera le autorizó a llevarse una colchoneta para dormir en la sala de espera y estar lo más cerca de su bebé si este se iba para siempre...


Tuvimos suerte porque pudimos volver pronto a casa.


Y tuvimos suerte porque después de todo ello, y tras no estar orientados en absoluto sobre la lactancia materna (el niño no mamaba, según nos decían porque era muy pequeñito y apenas tenía fuerza. Nos enteramos a posteriori que hubiese sido bueno y recomendable el ponerlo en contacto piel con piel y poner al bebe al pecho, aunque no succionara. Pero no había protocolo alguno: unas enfermeras permitían dar de mamar, otras no. Algunas ni siquiera permitían sacar al bebé de la incubadora. Y ninguna preparaba un biberón de leche materna si la madre no se conseguía extraer más de 20 o 20 mililitros... ), conocimos a una pediatra estupenda que nos orientó.


Y yo tengo la inmensa suerte de estar casado con una madre que investigó y se lanzó y se metió en un grupo de lactancia y es una parte muy importante de ese grupo y que, con su experiencia, no sólo ha sacado adelante a un pequeñín que, a base de pecho, está hecho un fiera..., sino que ha ayudado a otras madres que pensaban que no podían dar de mamar a sus bebes a descubrir que sí podían hacerlo y que de hecho la OMS era lo que recomendaba.


Lo que reclamo, y es algo se inició en países tan distintos como Colombia y los países Nórdicos y que ya está legislado en Brasil, es el derecho de los padres a estar con sus bebés todo el tiempo que quieran desde el momento de dar a luz, sea el bebé a término o no, y el estar en contacto piel a piel. Y la lactancia materna desde el primer momento. Sea prematuro o no. Porque desde la OMS hasta Unicef pasando por la Asociación Americana de Pediatría o la Asociación Española de Pediatría están de acuerdo en que es fundamental para el bebe el contacto con la madre desde el primer segundo de vida. Y que es fundamental el calostro y el ponerse al niño al pecho desde el primer momento.


Y, sobre todo, reclamo el derecho de los padres de los niños recién nacidos, pesen tres kilos o quinientos gramos, a estar dando todo el amor que sienten por esa cosita que ha llegado al mundo, sin ningún tipo de impedimento. Tanto más cuanto que si ese bebé diera la mala suerte de que no tuviese fuerzas para vivir, yo, de ser él, preferiría mil veces, un millón de veces más, el dejar esta vida entre los brazos amorosos de mi madre que dentro de una urna de cristal, con cables conectados a una máquina y rodeado de otras urnas y oyendo de ruido de fondo no el corazón de mamá sino el pin continuo e insufrible de las máquinas. Sin ver a mis padres y sin que ellos me vieran a mi. Por mucho que me atienda gente maravillosa y preparada. Porque mi impresión no sería de que llego a un sitio maravilloso, sino a un lugar inhóspito, de luz artificial blanca, donde me atienden cada tres horas y sólo dos veces al día llegan una o dos personas que me atienden de una forma más especial y que me ven, no como uno más de mis vecinos de sala, sino como algo realmente único y maravilloso. Pero que me abandonan tras un ratito realmente breve...

Por que si adultos hechos y derechos tienen derecho a una muerte digna, nuestros bebés tienen derecho a un comienzo de vida digno y a conocer, siquiera sea por un periodo brevísimo, el inmenso amor de sus padres.