Mamamarián termina gritando:
- ¿No me oyes, Alex?
- Sí, te oigo. Pero no te entiendo.
Y Mamamarián y yo tenemos que girar la cara para que no se nos vea la risa y podamos hacernos los enfadados con cierta dignidad.
Esto empezó queriendo ser una especie de tertulia multidisciplinar pero, con la aparición de Alex, derivó hacia lo que primero fue un diario, luego un mensuario y finalmente un casuario de las andanzas de un bebé y su papá.
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