Alex viene todos los días a verme, y le encanta subir a la cama y comprobar hasta dónde se puede doblar y cuánto puede subir (puede subir mucho, tanto que da un poco de vértigo). Pregunta siempre si ya estoy bueno y no ceja en su empeño de curarme. El único problema es que no se quiere ir nunca, y normalmente la visita termina con un espectáculo de variedades a su cargo.
Marcos sigue sonriendo a todo el mundo, sin distinción de edad, sexo, raza ni religión.
En el hospital encuentras gente maravillosa y gente que no lo son tanto, y en general es toda una experiencia. Pero como toda experiencia, el abuso cansa. Y deseo de todo corazón poder volver a casa lo antes posible, aunque allí me espere el desafío de la vida real.
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