lunes, 22 de junio de 2009

A quien corresponda...

Esta es una carta escrita en pleno campo, mientras Alejandro dormía en la habitación de al lado junto a su madre. Sí, Alex duerme con nosotros en nuestra cama. Y aunque a veces puede ser un poco incómodo, las más es maravilloso: cuando duerme a pierna suelta, cuando sonríe en sueños, cuando dormido me acaricia la barba, cuando despierta y medio dormido da un besito a su mamá y otro a su papá... Ya se irá a la suya, probablemente antes de los 18 (confío). Y seguro que más de una vez lo echaremos de menos...


¿Y nuestro derecho al amor?


Hoy en día se está discutiendo el derecho a la eutanasia. No sé si saldrá esa ley al fin y a la postre, pero en cualquier caso, los beneficiados de esa ley han disfrutado o sufrido la vida, pero han tenido esa otra vida. Sus familiares han podido estar a su lado y demostrarles su amor. No han muerto dejados de la mano de Dios, solos.


Nuestro bebé fue un bebé prematuro. Nació con cesárea. Tuvimos suerte, sólo tenía dos meses de retraso y 1600 gr de peso. Mucho comparado con otros prematuros Y con ello y todo, nada más nacer mi mujer no pudo abrazarlo ni tenerlo abrazado. Hasta al día siguiente ella no pudo verlo. Y sólo unas horas. Durante tres semanas sólo podía estar con él tres horas y media al día. Nuestro bebé no conoció el calostro, tan importante para un bebé. No supo lo que era dormir junto a su madre. Sólo conoció por unas horas el estar en brazos de sus padres. Y el resto del tiempo vivía en una jaula de cristal entre otras jaulas de cristal. Atendidos por personas maravillosas, pero que no eran sus padres, y no disponían de tiempo para acunarlo, besarlo, acariciarlo, sentirlo, escucharle


Nosotros tuvimos suerte, porque nuestro bebé no tuvo que estar ingresado en la UCI. Tuvimos suerte porque no estuvo entre la vida y la muerte como tantos otros bebés.


Tuvimos suerte porque no nos pasamos un año viviendo en el hospital - sin poder estar con nuestro bebé más que unas horas, insisto - como hizo otra madre, durmiendo en dos sillones unidos porque su bebé podía morir en cualquier momento y el hospital no es que no le cediera, aunque sólo fuera por caridad, un rincón para descansar unas horas, sino que ni siquiera le autorizó a llevarse una colchoneta para dormir en la sala de espera y estar lo más cerca de su bebé si este se iba para siempre...


Tuvimos suerte porque pudimos volver pronto a casa.


Y tuvimos suerte porque después de todo ello, y tras no estar orientados en absoluto sobre la lactancia materna (el niño no mamaba, según nos decían porque era muy pequeñito y apenas tenía fuerza. Nos enteramos a posteriori que hubiese sido bueno y recomendable el ponerlo en contacto piel con piel y poner al bebe al pecho, aunque no succionara. Pero no había protocolo alguno: unas enfermeras permitían dar de mamar, otras no. Algunas ni siquiera permitían sacar al bebé de la incubadora. Y ninguna preparaba un biberón de leche materna si la madre no se conseguía extraer más de 20 o 20 mililitros... ), conocimos a una pediatra estupenda que nos orientó.


Y yo tengo la inmensa suerte de estar casado con una madre que investigó y se lanzó y se metió en un grupo de lactancia y es una parte muy importante de ese grupo y que, con su experiencia, no sólo ha sacado adelante a un pequeñín que, a base de pecho, está hecho un fiera..., sino que ha ayudado a otras madres que pensaban que no podían dar de mamar a sus bebes a descubrir que sí podían hacerlo y que de hecho la OMS era lo que recomendaba.


Lo que reclamo, y es algo se inició en países tan distintos como Colombia y los países Nórdicos y que ya está legislado en Brasil, es el derecho de los padres a estar con sus bebés todo el tiempo que quieran desde el momento de dar a luz, sea el bebé a término o no, y el estar en contacto piel a piel. Y la lactancia materna desde el primer momento. Sea prematuro o no. Porque desde la OMS hasta Unicef pasando por la Asociación Americana de Pediatría o la Asociación Española de Pediatría están de acuerdo en que es fundamental para el bebe el contacto con la madre desde el primer segundo de vida. Y que es fundamental el calostro y el ponerse al niño al pecho desde el primer momento.


Y, sobre todo, reclamo el derecho de los padres de los niños recién nacidos, pesen tres kilos o quinientos gramos, a estar dando todo el amor que sienten por esa cosita que ha llegado al mundo, sin ningún tipo de impedimento. Tanto más cuanto que si ese bebé diera la mala suerte de que no tuviese fuerzas para vivir, yo, de ser él, preferiría mil veces, un millón de veces más, el dejar esta vida entre los brazos amorosos de mi madre que dentro de una urna de cristal, con cables conectados a una máquina y rodeado de otras urnas y oyendo de ruido de fondo no el corazón de mamá sino el pin continuo e insufrible de las máquinas. Sin ver a mis padres y sin que ellos me vieran a mi. Por mucho que me atienda gente maravillosa y preparada. Porque mi impresión no sería de que llego a un sitio maravilloso, sino a un lugar inhóspito, de luz artificial blanca, donde me atienden cada tres horas y sólo dos veces al día llegan una o dos personas que me atienden de una forma más especial y que me ven, no como uno más de mis vecinos de sala, sino como algo realmente único y maravilloso. Pero que me abandonan tras un ratito realmente breve...

Por que si adultos hechos y derechos tienen derecho a una muerte digna, nuestros bebés tienen derecho a un comienzo de vida digno y a conocer, siquiera sea por un periodo brevísimo, el inmenso amor de sus padres.

3 comentarios:

Barbarella dijo...

Precioso el texto, es una vivencia hermosa y aún más contada por el papá, lo que más me gusta es la admiración que sientes por la unamama de Alex, se palpa.
Un besito grande para vosotros familia.
B.

Barbarella dijo...

Ha sido un placer compartir comilona y juguetes.
B.

Nacho dijo...

Gracias, Barbarella. El placer ha sido mutuo, siempre nos lo pasamos bien. Y la admiración no es sólo por la unamama de Alex, sino por todas las unamamas que en este mundo son, han sido y serán...